FEDERICO MARÍN BELLÓN
Hitler está de moda. Viena acoge estos días el rodaje de
«Mi lucha», una comedia disparatada en la que el joven protagonista, que
ya se arregla el bigotito, aspira a convertirse en un artista y
comparte habitación con dos judíos. Los visitantes del Museo en Memoria
del Holocausto, en Washington, pueden ver una exposición sobre los
Juegos Olímpicos de Berlín, organizados en 1936 a la mayor gloria del
Tercer Reich y de la raza aria sin que las amenazas de boicot del mundo
más o menos libre sonaran más alto de lo que lo hacen ahora, en los
meses previos a Pekín 2008 (menos mal que Jesse Owens se hizo cargo del
famoso «citius, altius, fortius»).
Hay otros
ejemplos: el Congreso Mundial Judío protestaba anteayer contra Amazon,
la mayor tienda de internet, por seguir vendiendo camisetas que llevan
estampado el lema «Amo a Hitler». El modelo incluye tallas femeninas e
infantiles, más que nada para evitar cualquier atisbo de discriminación.
Alemania, entretanto, se plantea autorizar la venta del libro «Mi
lucha» siempre que incluya las pertinentes anotaciones al margen, como
admitía una de las máximas autoridades judías de aquel país. Ayer mismo
también se cumplía un cuarto de siglo de los falsos diarios de Hitler
con los que el semanario «Stern» hizo el ridículo editorial más célebre
de la historia. La publicación pagó entonces un dineral a su autor, el
coleccionista de arte Konrad Kujau, a quien por cierto le ha salido una
falsa sobrina respondona que se dedica a vender dibujos de su falso tío,
también falsos, por supuesto. En definitiva, por una causa o por otra,
en las últimas jornadas llega a las redacciones una media de un teletipo
a la hora con «el gran dictador» como protagonista.
Pero
lo más rocambolesco de todo lo visto hasta la fecha son unos muñecos de
Hitler, modelo action-man (¿recuerdan la película «Toy Story»?),
retirados en Ucrania justo antes de su salida a la venta, según informa
la prensa de Kiev. De aspecto poco marcial y con accesorios como unos
guantes, unas gafas de sol, un abrigo y un bastón (más chapliniano que
nazi), ahora el juguete podría causar furor en el mercado negro, hasta
el infinito y más allá. Lo próximo quizá sea un action-führer para el
coche, al estilo del Elvis que todavía mueve sus caderas en las
carreteras de medio mundo, y que podría activarse cuando suene la música
de Wagner en la radio. También es posible que el problema no sean las
camisetas, los libros, los dibujos y los muñequitos que intentan
prohibirse en todas partes, sino la cantidad de gente dispuesta a
comprar cualquier cosa relacionada con aquel psicópata.
REUTERS
ABC.es
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